viernes, 11 de septiembre de 2015

Al Cole

Hoy empezó el colegio para el pequeño de mis hijos. Tiene 7 años y comienza 2º de primaria. Su hermana mayor tiene 20 años y ya está en 3º de su carrera universitaria. Entre el pequeño y la mayor de nuestros hijos, además de una diferencia de 13 años hay; otro universitario, un 2º de BAC, y un 3º de ESO. Y podemos añadir que estamos metidos de lleno en la universidad privada, la universidad púbica, el colegio privado, el colegio concertado y el colegio público.

Sus padres, mi marido y yo, llevamos 18 años asistiendo a esta cita con el inicio del curso. Y parece que aún nos queda.

 Asistimos a esta cita con el agradecimiento de vivir en un país en el que la escolarización se ha generalizado de tal manera que es impensable no asociar septiembre a otra cosa que no sea el inicio del curso (y eso me hace recordar una de mis lecturas de verano “yo soy Malala, esta es mi historia”. Os la recomiendo).

También con el agradecimiento de que, en un mundo plural, la elección entre múltiples opciones educativas es posible (y ojalá hubiera muchas más aún. Qué riqueza de aprendizaje para todos!). Porque cada hijo, es un único hijo, con su cerebro, con su corazón, con sus capacidades por desarrollar, con sus destrezas por afianzar, para descubrir un mundo maravilloso al que no todos llegamos por el mismo camino ni de la misma manera. Y porque ser padre y ser madre es una elección y una decisión responsable para con tus hijos.

Pero sobre todo, con el agradecimiento a nuestras maestras, y algún maestro (¿por qué hay tan poco maestro en educación infantil y primaria?) que hicieron de nuestros días en el aula días de maravilloso aprendizaje. Que supieron estar a la altura en los numerosos y embrollosos cambios legislativos en educación ( Rafael Rodríguez – profesor y director del CEIP Celso Emilio Ferreiro de Cerceda -  hacía referencia a esto en una reciente entrevista periodística), y supieron seguir siendo maestras, maestros; ver que su alumna, su alumno, son las armas más poderosas del cambio de uno mismo, del cambio del mundo hacia un mundo mejor y ellos estaban allí ayudándoles a hacerlo posible. Felicitando cuando las cosas iban bien, animando, aconsejando, acompañando, asesorando cuando no iban tan bien.   

Gracias, maestras y maestros de mis hijas e hijos. Vosotros habéis contribuido en una parte importantísima a la felicidad de nuestros hijos e hijas, a la felicidad de una familia. No os canséis de seguir siendo maestras y maestros.

Pontevedra 10 de septiembre de 2015

No hay comentarios:

Publicar un comentario